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Todo empezó cuando el presidente Pedro Castillo empezó a dar entrevistas.
Ocurrió que cuando la cadena internacional CNN entrevistó al Presidente, todo fue cuesta abajo. La incómoda -y nerviosa- entrevista frente al periodista Fernando Rincón expuso temas claves sobre la política peruana que se ha gestionado tras 6 meses del gobierno de Castillo. Con declaraciones como el mar para Bolivia y las tibias posturas sobre cuestionables gobiernos como Cuba y Venezuela, miles de peruanas y peruanos notaron la falta de preparación -y nulos objetivos- que tiene el Presidente para gobernar el país.
Los traspiés solo en esta entrevista fueron numerosos. Y después silencio.
La crisis incrementó ante la tardía respuesta del gobierno por el derrame de Petróleo causado por la empresa Repsol. No solo el tiempo contaba pues, cuando al fin se puso la mirada ante el grave problema, apenas una visita y una declaratoria de emergencia se anunciaron y después: silencio. Un silencio que ensordece.
Luego vino el gabinete y la primera renuncia que desataría todo: el reporte de la corrupción en la policía -y falta de atención del Presidente ante esta denuncia- lograron que Avelino Guillén dejara su cargo. Y con esta salida, Pedro Castillo tomó la decisión de liquidar a un Consejo de Ministros que apenas lo mantenía a flote y designar a personajes de dudosa catadura moral, enfrentándose así a las diversas corrientes democráticas y de izquierda que hicieron posible su ascensión al gobierno. Con un premier acusado de violencia a su esposa e hija, ¿es necesario mencionar los presuntos delitos del resto del gabinete?
Y nuevamente, silencio.



Si bien es cierto, el Estado actual, tal como lo plantea el filósofo Fidel Tubino, “más que una solución, es un problema”, no será resuelto por un gobierno -ni un Estado- sino por un pueblo con alta conciencia ética cívica humana y natural. Por un gobierno ejecutivo, legislativo, judicial y también por todas las instituciones políticas, y a la misma ciudadanía que ejerzan la política a consciencia.
La crisis de la democracia no es una cuestión actual. Hace mucho tiempo que la democracia está muriendo en cuerpo y espíritu lo que incluye la confrontación de los propios congresistas que han armado -entre luces y sombras- la guerra contra la reforma educativa y la Sunedu, el organismo que ha intentado que las universidad ofrezcan educación superior de calidad. Si la democracia no es defendida ni si quiera desde el mismo Congreso, y menos por la ciudadanía, entonces, esto es síntoma que las calles volverán a llenarse de personas que sí quieran defenderla.
Finalmente, quedaría en este contexto, una última opción: repensar la democracia a través de mejores acciones y gestiones políticas, no para remediar la crisis actual, menos para remediar la cuestión económica, sino para alargar la vigencia de la democracia -aunque sea por un tiempo más. No es necesario más silencio, es hora de hablar.