El ABC de la ciencia ficción

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La Ciencia ficción (o “Sci-Fi”) es un género fascinante para quienes aman fantasear con las posibilidades que nos abren las nuevas tecnologías. Probablemente, al mencionar el género lo primero que venga a la mente sea una nave intergaláctica o un paisaje espacial. Pero, ¿Qué pasaría si dijera que el género también incluye títulos cómo Frankenstein, La Naranja Mecánica o la película Eterno resplandor de una mente sin recuerdos? Tanto en la literatura, como en el cine y la infinidad de medios para plasmar historias, este género se manifiesta de diferentes y muy variadas maneras. Por ello, preparamos este paseo a través de uno de los géneros más fascinantes de la ficción, con el fin de definirlo y reconocer sus principales variantes.

Antes que nada, está la ficción

Para poder abordar la ciencia ficción, lo primero, es tener claro qué es la ficción, secas. Ficción es cualquier tipo de historia que surja de la imaginación de un sujeto, desde la más realista, hasta la más fantasiosa (desde La Ciudad y los Perros, hasta Harry Potter). Esto excluye los textos periodísticos, que hacen registro de hechos reales, sin dar lugar a la invención.

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Partiendo de aquí, podemos decir que la ciencia ficción es la rama de la ficción que nos traslada a contextos que no existen ni han existido en el pasado, pero que podrían esperarse a raíz de los avances científicos y tecnológicos; ello involucra, tanto experimentos para resucitar a los muertos, como viajes a galaxias lejanas.

Cabe señalar también, que una historia puede ser percibida o no como ciencia ficción dependiendo de la época en que se origine. Cuando se publicó la novela de Julio Verne 20 000 Leguas de Viaje Submarino (1870), ésta pertenecía a la ciencia ficción, pero cuando se realizó la adaptación cinematográfica, el submarino ya existía, de modo que el filme corresponde al género de aventura.

Ciencia ficción “dura” vs. Ciencia ficción “blanda”

Entre los aficionados, críticos, y hasta entre los mismos autores de ciencia ficción, existe una fuerte controversia acerca de lo que debería considerarse como tal. Algunos opinan que, para que un relato pertenezca a la ciencia ficción, debería dar un enfoque realista y riguroso sobre la tecnología (de hecho, cuando esta rama surgió en la ficción escrita, muchos de los autores habían recibido instrucción científica); éstos, por ejemplo, excluyen a Star Wars, a la cual consideran extremadamente fantasiosa. Lo contrario ocurre con una rama mucho más abierta, que sí considera historias más “libres” en cuanto al uso de verdades científicas. 

Por lo general, y para no darle muchas vueltas al asunto, se suele considerar todas las historias y dividirlas en dos grupos: las de ciencia ficción “dura”, y las de ciencia ficción “blanda”. En el primer grupo se encontraría la obra de H.G Welles (La Guerra de los Mundos), que sí contenta las expectativas de los más rigurosos, mientras que en el segundo grupo se encontrarían la archipopular Star Wars, Los Juegos del Hambre y ¿Sueñan los Androides con Ovejas eléctricas? (cuya adaptación cinematográfica es la película de culto Blade Runner, de 1982, dirigida por Ridley Scott).

Vale decir que la mencionada clasificación es respaldada por Isaac Asimov, uno de los principales y más respetados exponentes de la literatura de este género.

Aliens, distopías y científicos locos

Ya hemos dicho que la trama de la ciencia ficción está estrechamente ligada a los cambios tecnológicos. Estos cambios podrían significar un avance, como explorar nuevos planetas o viajar en el tiempo, o un retroceso, como una catástrofe nuclear o ecológica que acabe con nuestra civilización. Tomando esto en cuenta, la ciencia ficción no habría podido existir previamente al concepto de cambio social a través del avance de la ciencia y la tecnología.

Pero los cambios no son siempre placenteros. Mientras algunos esperaban que el desarrollo hiciera posible la realización de una utopía en la Tierra, otros temían las consecuencias del cambio y pronosticaban una catástrofe. Esto provocó que, desde sus inicios, el género de ciencia ficción oscilara entre el optimismo y el pesimismo. 

Frankenstein (1818), de Mary Shelley, primera historia de ciencia ficción auténtica según Isaac Asimov, nos presenta las consecuencias perniciosas del avance científico. Veinte años antes, el anatomista Luigi Galvani había descubierto que una descarga eléctrica hacía que los músculos muertos se contraigan como si estuviesen vivos. La autora se basa en este método para que su protagonista, el Dr. Víctor Frankenstein, intente devolverle la vida a un muerto. El desenlace es trágico: la criatura de ultratumba acaba con la vida de su creador.

Ninguna historia de ciencia ficción que encierre algún pensamiento (optimista o pesimista) está desligada de la sociedad que la produce. La imaginación del escritor, aunque se eleve hasta la cima de sus posibilidades, está forzosamente atada a la vida que vive y conoce. Así por ejemplo, las historias de Julio Verne (padre de la ciencia ficción junto con H.G. Welles) están empapadas del optimismo de la era de los grandes inventores del S. XIX, especialmente Thomas Alva Edison.

En contraste, la I Guerra Mundial demostró que la ciencia también podía introducir horrores sin precedentes bajo la forma de modernos explosivos, bombas, y gases venenosos. Así, en 1920, inmediatamente después de la guerra, el dramaturgo checo Karel Capek escribió R.U.R. (Robots Universales de Rossum), que trataba de la producción masiva de criaturas artificiales llamadas “robots”, que en checo significa “esclavos”. En la historia, los robots fueron creados para construir la Utopía, pero acabaron ocasionando el fin de la humanidad. En este rubro de ciencia ficción mucho más “terrenal” y pesimista, encontramos, pues, las historias de androides, de zombis producto de algún virus, de alteraciones genéticas, distopías postapocalípticas, etc. 

Boom de las distopías y surgimiento del cyberpunk

Dentro de la ciencia ficción de matices más oscuros, el subgénero distópico es uno de los más populares. Si eres aficionado a la literatura, probablemente te sonarán títulos cómo 1984 (1949) de George Orwell, Un mundo feliz (1932) de Aldous Huxley o Farenheit 451 (1953) de Ray Bradbury. En ellos se plantean mundos deshumanizantes, donde el poder del Estado controla al individuo, sea a través de la manipulación genética, o la supresión metódica del lenguaje y la cultura, en el caso de 1984, además de la mano con el dominio militarista. 

Este subgénero ganaría nuevos matices argumentales y estéticos especialmente en los años 80, década en que se acuñó, para englobar estas nuevas características, el término cyberpunk

Se caracteriza básicamente por contrastar un alto nivel tecnológico con un bajo nivel de vida de sus personajes. El nombre viene de la combinación de palabras “cibernética” y “punk”, dado que mezcla ciencia avanzada (como las tecnologías de la información y la cibernética) con algún grado de desintegración o cambio radical degradante en el orden social. A diferencia de las distopías clásicas mencionadas anteriormente, donde el Estado tiene un claro control de la sociedad, aquí se nos muestran sociedades caóticas, desorganizadas, y un fuerte movimiento contracultural, encarnado en las tribus urbanas.

Los protagonistas de las historias cyberpunk son seres marginados, antisociales, solitarios, que se manejan en escenarios decadentes, donde la vida diaria es impactada por el rápido cambio tecnológico, una atmósfera de información computarizada ubicua y la manipulación invasiva del cuerpo humano.

Los argumentos se centran a menudo en conflictos entre hackers, inteligencias artificiales, y megacorporaciones. El ambiente en el que se desarrollan, suelen ser el ciberespacio, o el planeta Tierra en un futuro cercano, en oposición con los futuros lejanos de encuentros galácticos de las space operas (llámese Star Wars, Star Trek, Dune, etc.). El cyberpunk ha brillado especialmente en el cine y la animación, destacando títulos como Blade Runner, Akira, The Terminator, The Matrix o Ghost in the Shell.

Hay que añadir que el cyberpunk a su vez desarrolló variantes: el biopunk –historias de experimentos genéticos-, y el retrofuturismo -historias que toman contextos pasados con elementos futuristas-. De este último se desprenden a su vez el steampunk (retrofurismo contextualizado en la Era Victoriana, como las obras de Isaac Asimov), y el dieselpunk (retrofuturismo ambientado en el período entre guerras, como la película Brazil, de Terry Gillian).

Postcyberpunk

El postcyberpunk surge a inicios de los 90’ como respuesta contraria al cyberpunk, al que consideró exageradamente pesimista. El postcyberpunk rescata la parte positiva del avance tecnológico; nos pinta gobernantes preocupados por el bienestar de su sociedad, y protagonistas que buscan mantener o ascender en su entorno; se aspira a la transformación, mas no a la destrucción. Aquí podríamos ubicar, en el terreno de la animación, a la serie japonesa Neon Genesis Evangelion y sus posteriores películas. En ella encontramos personajes deprimidos, pero en el entorno puede apreciarse un progreso social logrado a través de la tecnología.

El rollo final

En lo que a ciencia ficción respecta, este artículo podría hacerse larguísimo, pero ahora quisiera regresar a lo dicho al principio: la ciencia ficción es mucho más que viajes interestelares. Las space operas, como Star Wars, son uno de mis platos predilectos, pero sería injusto limitar el género a una sola rama. Sus variantes son muchas, como hemos visto, y pueden incluso combinarse con otros géneros de ficción (uno de los más recurrentes, el de horror).

Author: Alexiel Vidam

Autora del poemario “De Gritos y Demonios” y el cómic “After New Genesis”. Entre sus obras premiadas se encuentran los poemarios “Rojo Grisáceo”, “Cámara Oscura”, los cuentos “La Iluminación de la muerte verde”, “Galatea” y “El Gallinero”. Entre sus intereses se encuentra el cine y las series.