El presidente Pedro Castillo ha dado su primer discurso de la nación en el hemiciclo del Congreso de la República.
Vestido con un liqui liqui y su sombrero característico se dirigió a los presentes, entre los que estaban el rey de España, los presidentes de Ecuador, Colombia, Chile y Argentina, los cancilleres de otros países y Evo Morales. Empezó juramentando por una nueva constitución e invocando a los pueblos originarios del Perú.
Ha sido un discurso delirante porque tuvo un tono confrontacional al proponer una asamblea constituyente paralela al Congreso de la República que finalmente termine en la disolución de este, teniendo en cuenta que ha quedado demostrado que el oficialismo alcanza apenas los 50 votos mientras que la oposición podría alcanzar los votos suficientes para su destitución. Teniendo en cuenta que la agenda social del país se ha visto paralizada por el enfrentamiento de los poderes del Estado en los últimos 5 años, ¿no hubiese sido más inteligente buscar los puntos en común para orientar el desarrollo del país? A esto debemos sumarle que según la última encuesta de Datum el 77% de los peruanos se opone a un cambio de constitución.
Propuso un aumento descomunal del gasto público: duplicar el presupuesto de educación, aumentar el presupuesto de salud, 700 millones de soles para un programa de empleo masivo temporal, presupuesto para inversión pública a través de núcleos ejecutores, la creación de un nuevo ministerio, construcción de trenes de Tumbes a Tacna y de Cajamarca a Puno, entre otros. Sin embargo, no se ha mencionado cómo se hará para cubrir esa expansión pública, pero soltó algunos datos como la renegociación de los impuestos en algunos sectores industriales.
Mencionó también que impondría el servicio militar obligatorio para aquellos peruanos jóvenes que no trabajan ni estudian a pesar de haber sido prohibido en el pasado de forma expresa por el Tribunal Constitucional a vulnerar el derecho al libre desarrollo. Ha dado el plazo de 72 horas para que los extranjeros delincuentes dejen el país, una propuesta ingenua, populista e imposible de controlar. También ha dicho que el Ministerio de Cultura pasará a ser nombrado “Ministerio de las Culturas”. Así, también mencionó que no despachará desde Palacio de Gobierno por considerarlo un “símbolo colonial”, a pesar de que el palacio actual se construyó durante el segundo gobierno de Benavides en 1938 y que destinará su uso para un museo.
En nuestro bicentenario, el discurso que ha presentado el presidente Pedro Castillo es populista, imposible de cumplir en muchos de sus puntos y que podría colindar con el sistema democrático que se defiende en esta línea editorial. Esperamos que el nuevo gobierno pueda centrarse en los temas de agenda que son necesarios para país y pueda desertar propuestas que nos harán perder tiempo en enfrentamientos. Nuestro deber como medio de comunicación es de mantenerse vigilantes del poder y de denunciar aquellos hechos que puedan vulnerar el sistema republicano. Así lo hemos hecho desde que nacimos durante el gobierno de Martín Vizcarra, el gobierno de Francisco Sagasti y lo seguiremos durante el gobierno de Pedro Castillo mientras sea inquilino del poder.