El latín: una lengua escondida en la saga de Harry Potter

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Por: Hernán Yamanaka

En el vigésimo quinto aniversario del inicio de la saga de Harry Potter (Harry Potter and the Philosopher’s Stone, 1997) veamos una faceta de este universo escrito por J.K. Rowling: el latín y las frases mágicas.

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Lo que hablaron los romanos

El latín, la lengua de los habitantes del Latium (región central de la península itálica), llegó a ser la que prevaleció en el Imperio Romano. El peso político y cultural de Roma extendió su influjo a todos los ámbitos: Arte, Derecho, Documentación Oficial, todo se hacía en latín. Así, una persona culta era aquella que podía comunicarse y leer a los clásicos tanto en latín como en griego, la otra lingua franca de entonces.

Del latín a nuestras lenguas

En su interacción con los pueblos que formaban el Imperio el latín fue evolucionando hacia formas más regionales, más cercanas a lo cotidiano (latín vulgar). Estas modificaciones -inevitables y vitales-  dieron origen a las lenguas romances (por Roma) o neolatinas: italiano, portugués, francés, rumano, castellano, etc. (con sus respectivas derivaciones), incluyendo a unas ya desaparecidas como el dálmata.

El solemne y oscuro latín

En Occidente todo el saber literario, filosófico, jurídico, teológico y el de las incipientes ciencias naturales estuvo en latin hasta ya entrada la Ilustración, al menos. Pero este uso estaba restringido a las elites instruidas: el pueblo (vulgo) estuvo siempre lejos de conocer la lengua de los antiguos romanos, salvo el modo mecánico e impreciso de las frases sueltas o en la misa que «se oía» (porque no se entendía al estar en latín).

Y el ser complejo y oscuro del latín hizo que se le vinculara muy pronto a lo prohibido, a los saberes que deben ser dichos y preservados como secretus:  lo nocturno, lo demoníaco, el camino vedado que desafía lo divino. La magia es monolingüe en latín.

Harry Potter y el «latín»

Los solemnes conjuros y hechizos del mundo poteriano no son estrictamente latín, sino el uso más o menos libre de esa lengua, según la imaginación de J.K. Rowling: más que latín es un vocabulario latinoide. Por esa razón, este artículo trata del latín «de» y no del latín «en». Y aunque no son propiamente latín, las palabras y hechizos suenan bien y cumplen la misión de convencernos que son lo que no son.

No hay en las películas (no recuerdo si en las novelas) referencia a cursos de lengua latina en Hogwarts, por lo que se puede presumir que los futuros magos aprendían los conjuros como formas fijas, sin mayor análisis. Con todo, uno podría suponer que llevaran algún curso como Historia de la magia y en él aprendieran el origen de cada conjuro y su raíz latina. Además, que existieran cursos de latín seguiría la tradición de las grandes escuelas británicas -a las que Hogwarts pretende imitar en sus características organizativas- en las que son de rigor los cursos de latín y griego.

No hay duda: el latín está vivo en el mundo mágico de Harry Potter, aunque ya es una lengua muerta en el mundo de los no-magos («muggles»). Aquí ejemplos de ese uso peculiar:

Óculos reparo

Usado cuando Hermione o el mismo Harry quieren arreglar unas gafas maltrechas. Pero oculus es ojo, el órgano de la vista, no el artefacto que usamos sobre él (gafas, anteojos); deberían haber usado perspicillia ocularia (u ocularia). Y si de pronunciación hablamos, lo correcto hubiese sido decir «réparo» y no «reparo».

Expelliarmus

De expello (expulso) y arma (arma, artefacto que hace daño). Por eso se usa como magia para desarmar al adversario (hacerle soltar la varita mágica, por ejemplo).

Lumus maxima

Usado para crear luz en un ambiente oscuro (incluso usando la varita mágica como minilinterna) es ejemplo de una construcción falsa: luz en latin es lumen, nunca lumus.

Expecto patronum

Aquí encontramos una de las muy pocas frases en un latín aceptable, precisamente la que detiene a los siniestros Dementores. Expecto es «Espero» y patronum significa «patrón, patrocinador, defensor». Entonces, la frase puede leerse (y gritarse) como «Espero un defensor».

Las maldiciones imperdonables

Avada Kedavra

Dejemos un momento el latin para ver someramente esta expresión fundamental. Todos la conocemos por su popularísima versión abracadra que escuchamos desde siempre en los trucos de magia circense y en los remedos mágicos caseros («Abracadabra, pata de cabra…»). Su origen es oscuro y es difícil encontrar una etimología clara: se asocia a significados hebreos o arameos que indican crear según la palabra, lo que señala la esencia misma del acto mágico: modificar la realidad por voluntad expresada en la palabra. La hipótesis del origen semítico la afirmó J.K. Rowling en la Feria del Libro de Edimburgo, en 2004.

En la saga de Harry Potter esta palabra la primera de las tres maldiciones imperdonables, expresiones supremas del poder oscuro que afectan la sustancia de la vida (la sensación, la libertad, la vida misma) y que estaban prohibidas y condenadas.

Y las otras dos maldiciones también nos remiten a expresiones en latín, quizá algo más trabajadas:

Cruciatus (de «curcio»: torturo) que causa a la víctima un dolor indescriptible. Hablamos, sin rodeos, de tortura.

Imperio (de «impero»: ordeno) que reduce al encantado a un sirviente sin voluntad propia, un casi zombie.

Harry Potter (mejor: la sra. J.K. Rowling) ha puesto de nuevo al latín en la vitrina de la curiosidad, aunque sui generis. Esta lengua hermosa y compelja, madre de la nuestra, es mágica por su importancia imborrable y por el encanto de su estructura. El latín será eterno, como la ensoñación que nos regala la magia.

¡Valete! ¡In proximum! (¡Chao! ¡Hasta la próxima!)