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#Reportaje
Lo que debería ser motivo de orgullo en el Día de la Lengua Materna, aún es motivo de discriminación.
Ana María Monje Sánchez afirma con orgullo que es quechua, que sabe hablar quechua, pero no siempre fue así. Ella es de Pampas, Huancavelica, y escuchó a sus padres hablar tanto quechua como español desde que nació. De niña, creció bilingüe, pues solía dirigirse a su mamá casi siempre en quechua.
Hasta que llegó al colegio en donde se encontró con la colonización del español. Cuando le preguntaron a su grupo de primer grado en Huancayo si alguno hablaba quechua, todos lo negaron. Ana María no respondió, pero a partir de ese momento solo habló castellano en el colegio. “Nos hicieron ver que es una lengua solo para personas que son iletradas o, de repente, incultas”, reflexiona Ana María, en retrospectiva. “De tantas formas nos dijeron que es vergonzoso, que nadie debe saber que nosotros hablamos quechua”, dice.
Así como ella, muchas personas crecieron teniendo miedo de hablar quechua, ya sea porque experimentaron el rechazo de primera mano o porque sus padres se lo inculcaron, una forma de protegerlos de los que ellos tuvieron que vivir.
Ana María se encontró de frente con las consecuencias de tener una lengua madre no hegemónica. Es un fenómeno más común en los migrantes que viven en un país donde se habla un idioma distinto al propio, pero en Perú es una disonancia común, un lugar en donde los papeles están invertidos y el hablar una de las lenguas originarias del Perú te vuelve blanco de discriminación.



Aun así, existe una parte considerable de la población que aún conserva el quechua como lengua materna. Según el censo de 1961, se registró que el 15% de la población peruana había salido de sus lugares de origen, buscando residir en otra parte del territorio nacional, principalmente a la ciudad de Lima. Esto es casi el doble de lo que se registró en el censo de 1940, y la gran mayoría de ellos eran quechuahablantes. No solo tenían que enfrentarse a un entorno social nuevo, sino que realmente iban a vivir en carne propia la experiencia de no tener el español como lengua materna.
Ana María cuenta que ella habla, específicamente, quechua chanka desde muy pequeñita. Desde que nació, escuchó el quechua como su primera lengua. Sin embargo, cuenta que cuando era pequeña, una persona que no dominaba el idioma del español se ganaba un pase directo a ser discriminado, era «venido a menos», así como en la época de la colonia. Es por eso que casi hasta por herencia cultural, viene la negación de nuestra lengua materna, situación que continúa en la actualidad. Situación que, para ella, no debería ser así.
“El quechua es nuestra lengua materna, y no solo mía, sino también de todos los peruanos, ya que, si revisamos sus orígenes, algún familiar o ancestro debió hablar quechua o al menos conocer esta lengua. Negar o burlarse de ella es como negar una parte de nuestra existencia, una parte de lo que somos como peruanos”, expresa.
Sin embargo, la discriminación hacia las lenguas maternas va más allá de la burla y el escarnio, también se traduce en problemas mucho más graves como lo son el no poder acceder a servicios de salud y de justicia, ambos derechos ciudadanos. Estas limitaciones están más presentes en los campesinos de sectores rurales. Sin ir muy lejos, al ir a la Policía, se encuentran con barreras lingüísticas debido a que su lengua materna es el quechua y la mayoría de los efectivos policiales solo hablan castellano. Esto refleja la brecha aún existente, cada vez más grande, con las comunidades campesinas quechua hablantes.



Es el afán de cerrar esta brecha lo que lleva a Emely Cóndor y Patricia Flores a fundar Saphi, una plataforma virtual dedicada a la enseñanza del quechua. Emely comenta que hay más de tres millones peruanos que hablan quechua y más de un millón de ellos viven en Lima. Si se toma en consideración que hay más de catorce millones de quechua hablantes en América Latina, la cifra es considerable.
Saphi es un emprendimiento social que busca revalorizar la lengua quechua, no solo enseñando el idioma, sino también la cosmovisión andina, que son dos partes importantes de la identidad peruana. De esta forma, se busca ayudar a eliminar la connotación negativa que aún posee dicha lengua.
“Dentro del tiempo que llevamos con este proyecto hay varias historias de personas que se les prohíbe hablar con el familiar que es quechuahablante”, narra Emily. “Como es el caso de Lu: ella tiene siete años, entró a aprender quechua con nosotros porque su abuelita lo hablaba, pero a su mamá le prohibieron hablarlo y ella siempre le inculcó esa parte cultural”. Para Lu, es una forma, quizás, de corregir los errores del pasado.
En el caso de Ana María, ella comenta que le ayudó mucho haber crecido en un hogar quechuahablante. Ella cree que todos los que provengan de un hogar así deberían tener orgullo y llevar hacia delante su lengua materna, no solamente hablando del quechua, sino de todas las lenguas originarias. “Es nuestra responsabilidad no dejar que mueran nuestras lenguas originarias, porque al morir una lengua muere toda una forma de ver y vivir el mundo”, asegura.
Su misión es llevar el quechua a la ciudad, inculcar el amor y el orgullo hacia esta lengua. Ella les enseña quechua a niños pequeños en una escuela. Sabe que no puede lograr su objetivo de la noche a la mañana, pero que, poco a poco, va cambiando la mentalidad del país. Así como Ana María, Emely y Patricia creen que el futuro está en la juventud peruana. El público objetivo de Saphi son jóvenes a los que les interesa aprender el quechua, ya sea por crear una conexión con sus raíces o porque creen que será de utilidad en sus carreras.



Loreta Alva Mantilla, lingüista que ha trabajado con comunidades quechuahablantes, comenta que, en los últimos diez años hay cada vez más conciencia de que las lenguas están en peligro de desaparecer: de las 47 lenguas que tiene el Perú, por lo menos 17 están en un serio peligro de extinción. Esto ocurre ya que no se transmite de los hablantes mayores a los niños, ni se enseña en los colegios.
Sin embargo, actualmente, y desde hace varios años, el Ministerio de Cultura se encarga de brindar cursos y talleres de quechua. Se está impulsando el uso de la revalorización de, no solo de este idioma, sino de todas las lenguas indígenas originarias que existen en el Perú. Hay 48 de ellas, y gracias al trabajo de este ministerio, se están reforzando y valorando cada una de ellas, incluidas las distintas variedades de quechua.
Loreta nos cuenta cómo, por el Día de la Lengua Materna, la Municipalidad de Lima, en conjunto con el Ministerio de Cultura, está lanzando pequeños cursos para aprender shipibo y quechua huanca. Esto con el fin de que las personas conozcan ambas lenguas y puedan comprender la cosmovisión de los hablantes.
Además, nos habla de otros cambios positivos que se están haciendo desde las instituciones, como lo son el tener en cuenta que no solo se trata de cuidar la lengua, sino que se trata de cuidar a los hablantes de la lengua, porque si no hay hablantes, no habrá lenguas maternas. Y a eso hay que añadir el esfuerzo que se ha hecho en esta pandemia para que más alumnos accedan a clases remotas mediante la radio en lengua originaria.
Es gracias a estos pequeños pasos, a emprendimientos como Saphi y a personas como Ana María, que contribuyen a cambiar la visión que existe en el país sobre las lenguas maternas. Si bien aún pueda quedar un largo camino por recorrer, ellos dan fe de que algún día tanto el quechua como las demás lenguas originarias de nuestro país no solo serán aceptadas y preservadas, sino que también alcanzarán la relevancia y el respeto que merecen.
Muy buen aporte, muy recomendable! Un cordial saludo.
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