Heliogábalo: El primer emperador trans

Por: Hernán Yamanaka

Los emperadores romanos formaron una autentica galería humana en la que no faltó un transexual: El adolescente Vario Avito Basiano (203-222 d.C.), llamado Heliogábalo. Su nombre difícil de pronunciar y su vida escandalosa le hicieron un pariente vergonzante en la historia de Roma*.

Un hombre de Dios

Recibe nuestro Newsletter

Suscribiéndote en este newsletter recibirás todas nuestras publicaciones. Frecuencia: 20-25 al mes días.

El general Macrino tomó las riendas del imperio a la muerte de Caracalla (217 d.C.). Esto no agradó a la familia imperial y para recuperar el poder la tía de Caracalla, Julia Mesa, promovió una sublevación para que un sobrino suyo -a quien presentó como hijo natural del difunto emperador- ascendiera al poder. Convenció de este linaje al Senado y al ejército (que instalaba y deponía emperadores desde la época de Calígula) y Macrino cayó en batalla. Así, Heliogábalo fue proclamado imperator a sus 14 años (218-222 d.C.).

El nuevo e imberbe emperador cambió su nombre al más solemne de Marco Aurelio Antonino. Tiempo después se hizo llamar Heliogábalo por el dios solar sirio al que adoraba (El-Gabal): Este culto lo importó a Roma llamándolo Sol Invicto, antecedente -por su fecha anual- de la Navidad cristiana.

‘El peor de los emperadores’

Así lo consideró la Historia Augusta, una suerte de biografía de los césares (s. IV). Dado a rarezas y dispendios Heliogábalo dejó el poder fáctico a su madre, a la abuela y a sus favoritos. Entregó alto cargos de la administración imperial a gente de su confianza llegada de su natal Siria, desplazando a funcionarios de carrera o de origen patricio; el establishment toleró, pero nunca le perdonó esta humillación.

ABC

El emperador-mujer

El emperador mostró siempre una conducta femenina que moderaba solo en casos oficiales («Cuando trataba con alguien en el tribunal tenía más o menos la apariencia de un hombre, pero en cualquier otro lugar sólo mostraba afectación en sus gestos y en el tono de su voz»). En todo lo demás actuaba naturalmente como una mujer, incluso pedía ser llamado señora (domina) y reina (regina). Su transexualidad queda indiscutible en este episodio, único en la Antigüedad:

«… preguntó a los médicos si podían idear la manera de introducir en su cuerpo una vagina de mujer por medio de la incisión, prometiéndoles a cambio enormes sumas de dinero»

Heliogábalo se sentía y comportaba como una mujer de su época. ¿Sufrió la sensación de estar atrapado en un cuerpo que no le correspondía? ¿Lo mortificaron miradas y chismes despectivos? Tal vez, aunque no se le conoce alguna queja o expresión de dolor.

Una libido imperial

La vida sexual de Heliogábalo fue exuberante, aún para los estándares de su época y posición. Y fue un continuo espectáculo pues el emperador se dejaba ver en lupanares (prostíbulos) y termas (baños públicos), generalmente vestido de color azafrán, distintivo de las prostitutas. Con impudicia casó con sus esclavos Hierocles (un auriga campeón en las carreras) y Zótico (atleta popular por sus dotes anatómicas), trastocando así el orden sociocultural de Roma en el que una barrera infranqueable -casi ontológica- separaba al amo del esclavo.

Parece que el emperador disfrutaba también una bisexualidad provocadora porque casó cuatro veces con mujeres, incluyendo el sacrílego esponsal con Julia Aquila Severa, sacerdotisa-virgen de la diosa Vesta, con quien anunció tendría hijos «semejantes a dioses».

La libido del emperador la resumió sin sutilezas Dión Casio: «Utilizó su cuerpo tanto para hacer como para permitir que le hicieran muchas cosas extrañas, de las que nadie podría resistir hablar u oír sobre ellas…. Al final, dispuso una habitación aparte en el palacio y allí llevaba a cabo sus indecencias, siempre de pie, desnudo, a las puertas de la habitación, como hacen las rameras, corriendo las cortinas que colgaban de arandelas de oro, mientras que con una voz suave y melosa abordaba a los transeúntes».

Se sabe mucho sobre este punto, incluso con detalles sorprendentes, pero el espacio me limita escribir sobre ellos.

La intolerante Roma

La vida del emperador llegó a ser la comidilla diaria de las clases patricias y del pueblo, sobre todo por la provocadora transexualidad que mostraba. ¿Intolerancia en Roma? Sí, porque el Imperio convivía con todas las variantes de la condición humana, mientras no retaran la estructura social romana. Y esa rígida y arcaica estructura, centrada en el varón («pater familias»), en un pretendido pasado heroico (que remontaban a la misma Troya) y en el esclavismo, no perdonaba que un ciudadano (¡menos el prínceps!) se rebajara comportándose como una mujer o un esclavo, individuos casi sin valor.

La caída de “La reina”

La high society romana, escandalizada por la irresponsabilidad y la extravagancia de Heliogábalo, empezó a tramar su caída.

Julia Mesa, la astuta abuela, la misma que lo había puesto en el trono, convenció a Heliogábalo de nombrar sucesor a su primo, Alejandro Severo, un muchacho aparentemente anodino. El nombramiento nunca dejó tranquilo al emperador. Cierto día, un rumor cundió entre la guardia: Alejandro habría sido asesinado por Heliogábalo. De inmediato inició una rebelión y se exigió la presencia del supuesto asesinado: Alejandro llegó junto con el emperador y este, enfadado, ordenó la detención de los insurrectos. Sin embargo, la guardia -hastiada de tanto escándalo y desgobierno- depuso y arrestó a Heliogábalo y proclamó emperador a Alejandro.

La soldadesca asesinó al caído emperador en una letrina y, para mayor deshonor, le aplicó el trato propio de los criminales contra el Estado: destrucción del cadáver arrastrándolo por la ciudad y arrojándolo al Tíber. Más tarde, el Senado pronunció contra Heliogábalo la damnatio memoriae, es decir, el olvido de su paso por la historia: un cuerpo mutilado y un gobierno fallido también debía ser invisible en los anales.

La madre del emperador, Julia Soemia, compartió la misma infame muerte. Ejerciendo como gobernante de facto tuvo una vida tan exagerada como la del hijo con lo que crispó aún más la paciencia del orden social romano: ¿una mujer con mando? ¿una matrona libertina y escandalosa? Imposible.

Así, sin dejar memoria de una hazaña, un dicho sublime o un monumento -pero consistente con su propio ser- salió de la escena del mundo Heliogábalo, el emperador «trans», hace exactamente 1800 años.

*Las citas empleadas son del historiador romano Dión Casio (s. III d.C.).