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Eielson fue uno de los artistas más completos que ha salido de nuestro país y un gran representante de la vanguardia y el arte conceptual de su época. Vivió su vida respirando arte y creando de todas las formas que pudo. Este texto explora algunos momentos de su vida y su obra.
Lima
La vida de Jorge Eduardo Eielson comenzó en Lima, en 1924. Su relación con Lima sería, por el resto de su vida, una fuente de profundos sentimientos encontrados: de nostalgia, de amor, de rechazo y de tristeza. Su madre era Limeña y su padre, un norteamericano que desapareció de su vida cuando él era un bebé. Jorge fue dado en adopción y crecería pensando que su padre biológico había muerto. Según su amiga cercana Martha Canfield, Jorge tenía una foto de su padre junto a su cama.
Puedes escuchar el podcast de esta investigación aquí:
Jorge encontró su amor por el arte y la literatura cuando era muy pequeño, tenía una gran sensibilidad que era alentada por sus hermanas, que le enseñaron también una gran apreciación por la música. Aprendió inglés y francés; leía en los dos idiomas. Comenzó a escribir también a temprana edad. En su época en la secundaria, José María Arguedas, que era su profesor, se sorprendió de su talento e instinto natural con las palabras. Pronto se convirtió en un mentor y le mostró la belleza de lo precolombino, y le guió a través de diferentes culturas. Después, Eielson pasó por San Marcos y Bellas Artes, sin quedarse en ninguna por demasiado tiempo.
Jorge formó parte de la generación del 50, junto a Blanca Varela, Salazar Bondy y otros más, pero algo pasaba. No se sentía cómodo, se sentía un extraño, apartado de los demás. Su rechazo de Lima se vería muchas veces a lo largo de su vida. Jorge era abiertamente gay, así que difícilmente se sentía muy a gusto. Eso no significaba que odiara al perú, pero amarlo en su totalidad le era imposible. Además, traía demasiados recuerdos agrios. Estaba el mar que amaba, pero también estaban las muertes de sus hermanas, padre y madre.
Europa
En 1948 Jorge ganó una beca y viajó a Francia. Nunca más volvería a vivir en el Perú. Dejó a un cercano grupo de admiradores de su trabajo y el reconocimiento que había ganado como figura literaria. Tenía hambre de conocer lo que había fuera de su país, en su corazón siempre hubo un deseo de libertad, de explorar todo, de no tener que pertenecer a nada y, al mismo tiempo, de pertenecer a un todo. Su visión del mundo y del universo era vasta y extensa, pero también cercana.
Era igual con el arte, empezó a explorar con todo lo que pudo, y seguiría explorando y expresándose en todo tipo de arte, incluyendo música, dramaturgia, artes plásticas, arte conceptual, performance. En París fue donde comenzó a pintar más seriamente. Después de casi dos años se fue a Suiza.
El rey de Gardalis
Jorge fue de vacaciones a Italia, en el verano de 1951, y decidió que ahí era el lugar donde debía estar. Entonces, conoció a Michele Mulas. Tenía un rostro amable y una sonrisa cálida. Martha Canfield lo describe como “un personaje de una pureza extraordinaria”.
Se encontraba haciendo servicio militar y por casualidad estaba pasando por Roma, lo cual permitió que Michele y Jorge se conocieran. Michele tenía 19 años y Jorge tenía 31. Los sentimientos que surgieron entre ellos fueron tan fuertes que Michele decidió volver con él al terminar su servicio militar. No se volverían a separar. A partir de ese momento compartieron sus vidas.
Eielson ayudó a Michele a empezar su camino por la pintura, y vivieron rodeados de arte y cultura, trabajando, creando y acompañándose. Jorge consideraba a Michele un guía espiritual, y la relación que tenían, a pesar de ser muy poderosa, tenía algunos misterios, como el hecho de que Michele nunca dijo ser gay. En realidad, hubo un momento en el que se casó, pero, en vez de irse a vivir a otro lado con su esposa, decidió vivir con ella y con Jorge en la misma casa. El matrimonio no funcionó, y Michele se quedó. En una ocasión vieron a Jorge y Michele durmiendo abrazados, en un sillón de su casa. No se sabe a ciencia cierta cuál era la naturaleza de su relación, que siempre tuvo un grado de ambigüedad. Lo que sí se sabe es que antes de Michele, Jorge solo había tenido relaciones tristes. Con Michele, tal vez encontraba una especie de salvación.
Compartían una gran casa en Gardalis, en la isla de Cerdeña, con un vasto jardín cubierto de sol, diferentes plantas y flores. Iban juntos todos los veranos. Gardalis también es el nombre de uno de los poemas de su etapa final. Se lo dedicó a Michele, a quien llamó ‘rey de Gardalis. Para ese entonces, Michele ya había fallecido.
Arte
Considerando lo extenso y variado que es su trabajo, es difícil tratar de hablar de todo de una sola. La evolución de Eielson es larga. Comenzó con una admiración griega y clásica al escribir poesía, que fue convirtiéndose cada vez más libre, desnuda y lúdica. Estaba llena de imágenes, como la silla vacía, que era la ausencia de la autoridad, o la ausencia del poder, o solo la ausencia, algo que lo había marcado.
En las artes plásticas tampoco tenía miedo a experimentar. Comenzó pintando, pero siempre trataba de hacer cosas nuevas, aunque siempre honestas, sin ponerse límites y sin ceñirse a lo tradicional.
En 1963, pidió arena de playa peruana para experimentar con ella, y de ahí salió Paisaje infinito de la costa del perú, serie en la que utilizaba diferentes materiales, así como todo tipo de prendas de ropa, incluyendo camisas, vestidos y pantalones. Entonces aparecieron los primeros nudos en su trabajo.
Tal vez los quipus son su trabajo más conocido, a parte de su poesía. Empezó anudando los extremos de una camisa para una de sus piezas, pero su interés por los nudos perduró y fue cambiando. Sus quipus no se parecían al lenguaje misterioso que conocemos de las clases de historia, ni estaban destinados a ser utilizados de la misma manera. Eielson los reinterpreta al hacerlos simbólicos y no literales. Su enfoque era moderno y personal.
En una entrevista con Martha Canfield, se menciona que hay personas que interpretan el concepto del nudo como un problema, un dilema, el sentirse atado, pero para Eielson el nudo es sobre unión, vínculos y conexión, no solo afectiva, sino también con la historia, con los orígenes. Eielson coleccionaba cerámicas y admiraba los textiles de las culturas prehispanicas. Su gran pasión por las culturas de la costa, que estaban llenas de color mantenían vivos sus lazos con el Perú, a pesar de la distancia que el mismo había creado. Muchas veces, la elaboración de estas piezas era colaborativa, Michele solía ayudarlo a atarlos.
También había algo esotérico en su trabajo, y en su forma de ver la vida. El concepto de chamán es mencionado mucho cuando se habla de Eielson. Es una figura versátil: es sacerdote, médico, artista, poeta; representa un concepto amplio, camaleónico y total de la creatividad y la expresión.
Eielson estaba conectado con la idea del universo, del cosmos. Mantenía vivos sus orígenes, pero no era de un solo lugar. Pertenecía a un todo ilimitado y eterno. Un tiempo desarrolló una serie de objetos cósmicos, esculturas como pájaros y tarros de leche que llenaba de puntos y estrellas. En 1969, envió una carta a la NASA pidiendo que pusieran una de sus esculturas en la Luna. La respuesta fue “no”. Además de eso, pidió que se esparcieran sus cenizas ahí.
Años después, Eielson fue diagnosticado con cáncer. Después de la muerte de Michele, empeoró. En sus últimos años, no dejó de crear, ni de asesorar a nuevos artistas jóvenes que necesitaban su opinión o guía, pero sus ánimos habían cambiado. Murió el 8 de Marzo del 2006. Sus restos descansan junto a la tumba de Michele.
Había mucha magia en Eielson, tanto en su trabajo como su persona. Lúdico, profundo, honesto, vulnerable. Tenía un universo personal tan completo como atrapante. Se entregaba a todo con pasión: a su arte, a la belleza, al amor, al cosmos. Su cosmos. Sin límites.
Elaboración:
Autor: Rodrigo del Castillo
Edición: Jair Villacrez.