- Opinión: La progresofobia - 25 de mayo de 2022
- Tierra Baldía: Escribir desde la pérdida - 17 de febrero de 2022
- Coladera de fondos públicos y corrupción en el sector salud - 3 de febrero de 2022
“El hombre se complace en enumerar sus pesares, pero no enumera sus alegrías” ha dicho Fiódor Dostoyevski y eso es justamente lo que hace Vilas. Manuel Vilas, poeta, filólogo y escritor, se ha convertido en los últimos años en una de las voces más novedosas de la literatura hispánica con la irrupción de Ordesa (Alfaguara, 2018) y Alegría (Planeta, 2019), que fue finalista del Premio Planeta de ese mismo año.
“Quien está cerca de la belleza y del misterio está ya dentro de la muerte”
A diferencia del tono narrativo de Ordesa, donde el autor en tono autobiográfico narra la propia decadencia, Alegría es la contracara de la moneda. Trata de un autor que ha conseguido el éxito editorial de su novela sin saber exactamente por qué y emprende una serie de viajes que lo llevan a distintas reflexiones sobre la superación de su alcoholismo, el amor, la amistad y la relación entre los padres y los hijos.
El personaje principal que, por supuesto no es Vilas, pero se parece a Vilas, es un hombre que reflexiona sobre el amor a sus padres y el amor a sus hijos. Platón decía en El Banquete que “el amor consiste en aspirar a que lo bueno nos pertenezca siempre”. El recuerdo del padre a lo largo de Alegría es un intento de extender su existencia. Lo recuerda en mucho de los casos a través de las virtudes con las que se compara él mismo. “Ya te veo, estabas allí, agazapado, esperando mi mano. Ya te he sacado entre los muertos”
“Pienso en los hijos de miles de padres que no saben qué decirles a sus hijos”
El hijo del personaje principal, Valdi, termina por ser un hijo como cualquier otro en una edad jovial. Indiferente a los laberintos mentales del personaje principal que reflexiona sobre el amor que le tiene a sus hijos. “Lo peor que puedes preguntar a un padre o una madre que ve poco a sus hijos es cómo están sus hijos”, el personaje es consciente del muro invisible que imponemos los hijos a nuestros padres a cierta edad. Le entristece saber que en el futuro sus hijos podrán tener los mismos pensamientos que él de su padre.
“Nunca merecí ser mirado por nadie.”
Otro de los temas que se toca en la novela de forma recurrente es la depresión que visita al personaje en la soledad de los hoteles. La depresión que le recuerda sobre sus vicios, sus muertos del pasado y las muertes del futuro. “La gente se mofa de la murmuración antigua, y la gente del futuro se mofará de la murmuración del presente y de los que hoy se mofan de la murmuración del pasado”, el protagonista parece entender a la historia como un círculo. Él es su padre, su hijo es un reflejo de él, de alguna forma. No conocemos al padre o los hijos solo lo que el personaje nos cuenta de ellos. Estos Sócrates de lo cotidiano acompañan la novela de inicio a fin.
Vilas, el escritor en ascenso.
Si bien el español ha surgido como una de las voces narrativas más novedosas de los últimos tiempos, Manuel Vilas ya era un destacado poeta cuando escribió sus novelas. Había empezado en 1982 con El Sauce. Ha ganado una serie de premios de poesía como el Premio Jaime Gil de Biedma, el Premio Fray Luis de León de Poesía, el Premio Antonio Machado, el Premio de las Letras Aragonesas, entre otros. Como novelista ganó el premio Femina en el 2019 y ese mismo año su novela Alegría queda finalista del Premio Planeta el año en que lo ganó Javier Cercas tras dejar Alfaguara.
Alegría, la nebulosa
A pesar de todo lo que se ha destacado sobre la novela de Vilas en este artículo, es una lectura que busca un tipo de lector especial. Parece ser una novela que no tiene una trama concreta, sino que es una retahíla de reflexiones sin un orden en específico, lo que podría aburrir a aquellos lectores que buscan tramas e historias complejas. Por momentos, los personajes no se mueven, sino que se adentra a una especie de monólogo que no para de inicio a fin. Sin embargo, es disfrutable como se disfruta un paisaje: lento, silencioso y de forma sensorial. Se rescatan las frases bellas y las idas y vueltas mentales del personaje principal, se rescata el estilo poético de Vilas y, por supuesto, la alegría, que es algo poco común en la literatura.