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Por: Hernán Yamanaka
En el Perú se ha generalizado la costumbre de llamar «padre de la patria» al congresista. Los medios, el hombre de la calle, los mismos políticos: todos usan el título con soltura y dando por sentado que es correcto. Y se equivocan.
Padre de la patria (pater patriae, decían los romanos que fueron creadores de la expresión) es históricamente el fundador de la nación, un personaje esencial de sus primeras épocas o el líder de las horas más aciagas. En todos los casos, se trata de alguien excepcional que marcó la historia nacional y no un representante elegido para un mandato limitado (y muchas veces deslucido).
Unos ejemplos
Padre de la patria fue Pericles (494-429 a.C.), líder sagaz y sofisticado que hizo de Atenas la ciudad-estado líder entre los griegos y faro de la civilización occidental. Su tiempo se llama «el siglo de Pericles».
Padre de la patria fue Octavio Augusto, primer emperador de Roma (63 a.C-14 d.C.), heredero de César y vencedor de Marco Antonio (más Cleopatra) cuyo período de expansión y gloria se conoce como «la pax romana».
Padres de la patria fueron Hancock, Jefferson, Adams, entre otros redactores y firmantes de la Declaración de Independencia de EE.UU. (1776), sapientísima y modelo de tantas otras.
Padre de la patria fue Gandhi (1869-1948), líder que consiguió la independencia de la India apelando al diálogo, la concordia y el pacifismo.
Padre de la patria fue sir Winston Churchill (1874-1965), viejo zorro aristocrático que prometió «sangre, sudor y lágrimas» y mantuvo viva la esperanza del pueblo inglés llevándolo a la victoria sobre Hitler.
Padre de la patria fue Konrad Adenauer (1876-1967), primer canciller de Alemania posguerra que hizo de un país arrasado y desmoralizado la potencia de hoy.
Padre de la patria fue Nelson Mandela (1918-2013), primer presidente negro para una Sudáfrica que, con su mensaje y ejemplo, superó siglos de racismo y exclusión («apartheid»).
Si empezamos por el Tahuantinsuyo no hay duda que los padres son Manco Cápac (S. XIII) – por el mito y por la historia señalado como fundador del futuro imperio – y Pachacútec inca Yupanqui (siglo XV), gran conquistador, organizador del Estado y de la religión (María Rostworowski le ha dedicado un estupendo libro: Pachacútec inca Yupanqui, 1953).
En la República, pueden reclamar la paternidad: los llamados precursores (Túpac Amaru II, Francisco José de Zela, etc.); los líderes de las expediciones libertadoras y primeros gobernantes (San Martín, Bolívar); los miembros del Primer Congreso Constituyente (1821). En un capítulo propio está el general Ramón Castilla (+1867), presidente legítimo en cuatro oportunidades, modernizador, libertador del esclavo (1854) y el iniciador de la etapa verdaderamente republicana del Perú («Constructor de la República», lo llamó Enrique Chirinos).
¿Madres de la patria?
Por la misma impropia razón se llama así a las congresistas. Desde luego, mujeres ha tenido el Perú que merecen a plenitud el título, pero la brevedad del espacio y lo notable de estas personalidades me llevarán a un artículo posterior.
Queda una posibilidad más: en sentido amplio podríamos llamar «padre de la patria» al integrante de un Congreso Constituyente -instancia tan invocada y disputada en estos días- precisamente porque la nueva Constitución refunda el Estado. Se trata, entonces, de un rol excepcional (las Constituciones no se cambian con frecuencia), vinculado a lo jurídico y no al origen o a la salvación histórica de la nación.
Con el concepto claro y los ejemplos aún más claros: ¿podemos llamar «padre de la patria» a un congresista? Imposible: es un error histórico y cultural, un exceso, casi una huachafería, pues ni el representante es padre ni los ciudadanos merecemos una paternidad postiza. Dejar esta mala costumbre es tarea para comunicadores, influencers y el colegio, ¿Cuándo empezamos?