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6 días de marchas y miles de personas fueron los primeros pasos para que podamos, apenas, recibir un aire de aliento, poner apenas una vendita a la gran herida que lleva el Perú: la corrupción sus malos políticos.
El intento de transición democrática con la designación de Francisco Sagasti implica que el nuevo presidente deba afrontar de inmediato las consecuencias de la pandemia de la COVID-19. Con las protestas masivas de los últimos días, se espera que un rebrote de la enfermedad.
Sagasti también es consciente que tiene poco tiempo, apenas 8 meses y ante un panorama desolador donde las fuerzas del Estado no tienen un horizonte definido ni mucho menos unido. Esta nueva designación pareció calmar las tensiones, la desconfianza hacia los políticos aún persiste.
Llega Francisco Sagasti con el reto de guiar el país pese a los problemas que tiene. Tiene en primer lugar que llamar a la unión y a la paz del país y evitar que el mismo se salga de los caminos de la democracia, ya que se espera que los comicios de abril sean también muy duros.
El discurso de Sagasti es considerado un «paño frío» en medio de la grave confrontación política que estalló en nuestro país durante la última semana. Sin embargo, no puede negarse que aún se mantiene una frágil situación política y social y el gobernante deberá hilar fino para alcanzar consensos que garanticen llevar a buen puerto el proceso de transición.
Consideramos también que la atención no debe desviarse de los sucesos de los últimos días: la represión policial, las muertes de dos jóvenes, los secuestros, los actos contra la vida e integridad de las personas y las acciones del gobierno previo deben ser investigadas y sancionadas.
Fijar un rumbo, para que la ciudadanía tenga una idea clara sobre el camino hacia el bicentenario que conllevará a forjar un país democrático, igualitario, republicano en todo sentido de la palabra.