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Todo régimen autoritario a lo largo de la historia ha censurado libros. Desde la quema de libros y asesinatos de intelectuales en la China de Qin Shi Huang hasta la persecución judicial a Sergio Ramirez por parte del régimen dictatorial de los esposos Ortega, todos han visto a los libros como una gran amenaza al poder. Es por ello que, en una democracia que se dice liberal, siempre se ha visto mal cuando un político ataca al autor de un libro e intenta censurarlo.
El político líder de un partido siempre tendrá una posición poderosa sobre el autor de un libro. La denuncia de Cesar Acuña, multimillonario aspirante a la presidencia del Perú, en contra del periodista Christopher Acosta y su editor Jerónimo Pimentel por la publicación de “Plata como cancha”, una investigación periodística en la que se investiga cómo el magnate hizo su dinero, demuestra el abuso de poder sobre el cual no debe caer ningún político que se haga llamar democrático y, mucho menos, aspire a ser el presidente democrático de un país.
Sin embargo, como ocurre con todos los libros que se intentan censurar (porque lo que ha hecho el señor Acuña es un intento de censura) ha generado, no solo el desmedro de la ya desmejorada imagen del dueño de la Universidad César Vallejo, sino que ha terminado por disparar las ventas del libro que hoy se encuentra agotado en algunas librerías. Es decir, que la denuncia y el fallo en contra del autor y del editor, ha generado que más personas lean y se enteren de la investigación periodística de Acosta. No solo ello, ha provocado la emisión de comunicados por parte de organismos internacionales de la libertad de prensa, así como algunos gobiernos como el de los Estados Unidos y el Reino Unido, además de una seguidilla de entrevistas a los denunciados y reacciones a favor de ellos de personajes del mundo cultural y de periodistas.
#Opinión La sentencia en primera instancia contra el periodista Christopher Acosta pone en evidencia, una vez más, la fragilidad del sistema peruano y el intento de intimidación contra la prensa peruana. Desde Páginaen Blanco, promovemos un periodismo libre e independiente. pic.twitter.com/LV1l6AcRMi
— Página en blanco (@enblancoperu) January 11, 2022
Esto no es algo nuevo. Lo hemos visto hace poco con Sergio Ramírez y el veto impuesto en Nicaragua por los esposos Ortega, lo que generó una serie de manifiestos que firmamos distintos escritores y personas relacionadas con la cultura a lo largo del mundo y que generó, por supuesto, que su último libro “Tongolele no sabía bailar”, que habla de las represiones de los Ortega a la población civil, se disparara en ventas a nivel mundial. En la antigua Unión Soviética se encontraba prohibido, entre otros libros, Sherlock Holmes; sin embargo, hoy el libro de Doyle es considerado un clásico de la cultura y la URSS terminó por desaparecer. Así también, “La metamorfosis” de Kafka sufrió la censura por parte de los regímenes nazi y comunistas, pero logró sobrevivir a ellos con creces. Mientras que el ámbito doméstico, la censura social, no pudo vetar “En octubre no hay milagros” de Oswaldo Reynoso y hoy se le considera un clásico de la literatura peruana. Podemos decir lo mismo de autores que gracias a la censura sus libros llegaron a ser superventas como Julio Cortázar, Onetti, Alejo Carpentier, entre otros.
No es mi intención comparar a Acosta con estos grandes autores porque creo que existe una considerable distancia; sin embargo, siempre la censura (sea la quema de Opernplatz o la autocensura moral conservadora) ha generado el efecto contrario, como en este caso en el cual la censura y el ataque a la libertad de prensa proviene de uno de los hombres más millonarios del país que es, además, aliado del gobierno de Pedro Castillo. No tengo dudas que “Plata como cancha” será el libro más vendido del año y que Cesar Acuña no será presidente del Perú, si es que el Perú no ha dejado de aspirar ser una democracia liberal.