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La delgadez no siempre ha sido idealizada. En algún momento de la historia, la celulitis y los cuerpos rollizos eran sinónimos de salud y posición social.
Cuando Tyra Banks acuñó el término ‘smize’ (smile with your eyes) para enseñar a sus discípulas a ‘sonreír con los ojos’ seguramente no imaginó que, en realidad, estaba anticipándose –sin saberlo– a los ideales de belleza en 2020. Desde que empezó la pandemia, el rostro, al igual que el resto del cuerpo, ha estado parcialmente cubierto, lo cual ha condicionado la actitud y el pensamiento de las personas. La sonrisa “ha dejado de transmitir emociones” y los ojos se han convertido en la principal fuente de expresividad. ¿Acaso el nuevo canon estará focalizado en la mirada? La moda y el arte sabrán responder; ambos persiguen lo mismo: la belleza.
Aunque se trate de un concepto muy subjetivo, siempre ha habido ideales según la época. Este aspecto convencional viene, por tradición, desde las humanidades y las artes, a través de las cuales se mostraba un canon de acuerdo con la sociedad en la que se vivía. El modelo imperante ha sido la aspiración de muchos para lograr obtener un reconocimiento o aceptación social. Así, en la Belle Epoque, las mujeres acentuaban sus figuras con un corsé para parecerse a las ‘chicas Gibson’; mientras que, siglos atrás, se anhelaba un cuerpo voluptuoso, como los pintados por Rubens.
Si bien en las últimas décadas ha habido un predominante culto a la imagen física, con la llegada de la pandemia se ha pasado a “mostrar menos”, producto de un temor extendido entre las personas ante la posibilidad de contraer un extraño virus que pudiera acabar con sus vidas. Hoy resulta casi imposible hallar a alguien que no use mascarilla, un elemento que cubre más del 50% del rosto y que apenas permite exhibir los ojos, los cuales se han convertido en el principal distintivo de la persona.
Puedes escuchar el podcast de esta investigación aquí:
Sin embargo, al cubrir la boca, el rostro se vuelve inexpresivo, según Luciana Herrera, directora de The Style Institute. Explica que esto es así porque la sonrisa es la que “rompe el hielo” y genera empatía. Precisamente por eso, los ojos se han convertido ahora en el principal transmisor de emociones.
La diseñadora de indumentaria y textil Anggela David considera que lo más llamativo pasará a ser la mirada. Y en eso coincide el fashion blogger Luisfer Delgado, quien también cree que el uso de las mascarillas ayudará a resaltar más este aspecto y permitirá conocer realmente a la persona. “Los ojos nunca mienten”, afirma.
Sin embargo, hay otros elementos que pueden denotar expresividad ahora que el rostro suele estar parcialmente cubierto. Herrera precisa que se debe emplear, además de la mirada, el cabello para “dotar de luz”. Remarca que lo primero que se ve en una persona es de la cintura hacia arriba y, de manera focal, el rostro. De ahí la importancia de “expresar con los ojos y el pelo”.
Delgado, quien es además lifestyle blogger, recomienda “ponerle mucho punche a los peinados y cortes de pelo” en estos tiempos, ya que ahora más que antes la atención estará centrada en la parte superior del cuerpo. Él, además, sugiere que la persona lleve el cabello como se sienta más cómoda.
¿Un nuevo paradigma del cuerpo?
La obsesión por la imagen y la belleza juvenil ha estado presente a lo largo de la historia, pero el ideal no siempre ha sido el de cuerpos delgados, esbeltos y definidos, como se ha visto en las últimas décadas en los anuncios publicitarios o en los medios de comunicación. Muestra de ello son Las tres gracias, pintura de Pedro Pablo Rubens en la cual se aprecia el canon del siglo XVII: mujeres con cuerpos «rellenitos», caderas anchas y regular masa corporal. Según la historiadora del arte Emilia Bolaño, en aquel entonces, la celulitis era síntoma de buena salud y los cuerpos rollizos connotaban una buena posición social.
Sara Vera Piedra, docente de Arte y Cultura de la Universidad de Lima, explica que, incluso en el siglo XX, hubo un artista que quiso romper el paradigma de la belleza en su época: Fernando Botero. El pintor y escultor colombiano representaba cuerpos “gorditos” en sus obras.
Vera manifiesta que Botero hacía esto por un tema de sensibilización, pues consideraba que no todas las personas debían ceñirse a una moda o a un canon. “Nada de modelos. Son personas que viven en el día a día. Para él [Botero], la gordura es símbolo de belleza”, precisa.
El confinamiento que se vive en muchos países debido a la pandemia ha hecho que millones de personas caigan en el sedentarismo, algo que, sin duda, influye en el aspecto corporal. Nichole Andrade Masi, nutricionista y parte del Premedical Program de la Universidad de Harvard, precisa que ahora se vive momentos de bastante estrés por el encierro en casa. “Si no se hace ejercicio, no se tiene cómo lidiar con eso, y puede generar estrés crónico”, añade.
Andrade Masi comenta, además, que las personas suelen recurrir a la comida porque no tienen otro tipo de distracción externa. Esto repercute en el cuerpo, pero no en masa muscular, sino en grasa. “Si puedes consumir saludable, lleva una dieta saludable. Lo que comes dicta tu composición corporal”, señala. Pese a ello, aclara que la alimentación saludable no suple al ejercicio, pues no combate el estrés.
Para Macarena Salinas Valle, especialista en trastorno de la conducta alimentaria y nutrición clínica de la University College de Londres, sí habrá repercusión en el peso del cuerpo debido al sedentarismo, pero no cree que esto decaiga en obesidad. Precisa que, en el caso de América Latina, es muy común el trastorno por atracón, lo que hace una persona suba mucho de peso.
Sin embargo, Salinas Valle comenta que, en estos tiempos, se ha comenzado a fomentar la aceptación de la imagen corporal a través del movimiento body positive con el que se intenta respetar los cuerpos que tienen sobrepeso u obesidad. “Hay una nueva tendencia a eliminar el estigma de una persona con sobrepeso, pues eso no determina la salud”, precisa. Aun así, manifiesta que se debe hacer ejercicio, pues no solo es importante para el balance corporal, sino también para mantener un perfil hormonal sano.
Luciana Herrera, quien también es asesora de imagen y personal shopper, afirma que, si bien el ser humano siempre ha tenido una fijación por su silueta, tras la llegada del coronavirus, esto ha pasado a un segundo plano. “Esa imagen ideal, de bajar de peso o de sacar músculos, ya no es prioridad. La gente está tomando conciencia sobre mantenerse saludable y mantener un sistema inmunológico fuerte”.
La moda y el estado de ánimo: la actitud
No solo el permanecer mucho tiempo encerrado tiene un impacto en el estado de ánimo de las personas, sino también el hecho de no poder salir a la calle para “mostrarse” ante la sociedad y tener aceptación. Ya explicaba el psicólogo Abraham Maslow, en la pirámide de la teoría de las necesidades humanas, que la persona requiere de reconocimiento para lograr su autorrealización.
El confinamiento ha hecho que esta parte de la pirámide de Maslow no pueda desarrollarse cabalmente. De hecho, Herrera comenta que muchos de sus clientes, especialmente mujeres, se han visto afectados en su estado de ánimo, seguridad y confianza, pues sienten que, al no poder salir a la calle para mostrarse, no tienen que arreglarse o “verse bien”. Para ella, este distanciamiento social podría afectar a los latinoamericanos al punto de volverlos “un poco fríos”, como el estilo europeo.
Aun cuando las personas salen de casa algunas veces por necesidad, la mayoría lo hace bastante cubierta por seguridad sanitaria. En ese sentido, la diseñadora Anggela David señala que se ha tomado mayor conciencia de que la prioridad es la salud y, por tanto, es importante que la moda refleje comodidad antes que estética.
David manifiesta que ahora las personas preferirán cubrirse lo más que se pueda el cuerpo. “Siempre considerando buscar opciones que reflejen su individualidad, como estampados, colores enteros, diseños tribales, neutros”, dice. Asimismo, cree que el uso de accesorios será muy limitado por el temor a que sea un potencial portador de virus. Herrera coincide en parte con ella: “La moda será minimalista y utilitaria”, añade.



Andrade Masi, de la Universidad de Harvard, considera que, debido a la pandemia, habrá mayor aceptación del look natural, dado que la afluencia a los salones de belleza disminuirá por temor a contraer la COVID-19 y por un tema económico. “Las mujeres ya no optarán por una figura tan caricaturesca, ni lo ‘hiperproducido’ ni lo ‘hipermaquillado’. Se verán los beneficios de la salud por encima de los beneficios estéticos”, añade.
Esta cosmovisión –un poco lúgubre e incierta–, aunque parezca nueva, ya se ha tenido antes. Precisamente, Sara Vera, de la Universidad de Lima, explica que, cuando ocurrieron la peste bubónica del siglo XIV y la gripe española en 1918, el panorama fue muy parecido a lo que se vive hoy. De esta última pandemia ocurrida el siglo pasado, afirma que hay fotografías y registros donde se ve a personas de esa época cubiertas con mascarillas y con una actitud temerosa, manteniendo el distanciamiento social.
Según Vera, este hecho también influyó en gran medida en la formación de una nueva actitud y una concepción del mundo, pues surgió el vanguardismo y, con él, el surrealismo. Este movimiento cultural significó una vuelta al inconsciente, a lo natural, a la sinrazón, pues se pensaba que todo el progreso había llevado al hombre a un destino fatídico, a la guerra, al conflicto.
Una de las pinturas más recordadas de esa época es Autorretrato después de la gripe española, que decidió dejar plasmado el noruego Edvard Munch en 1919, tras pasar por esta enfermedad. En esta pintura, recrea al hombre débil y enfermizo de la época, producto de epidemia.
Así como esta obra pretendía reflejar la realidad de ese momento, en este contexto hay diversas manifestaciones artísticas que intentan plasmar lo que se vive ahora. Incluso, Vera precisa que la principal evidencia de esto es el arte callejero que se está haciendo en todo el mundo, con el cual también se busca sensibilizar a la población sobre esta pandemia.
La moda también busca reflejar la realidad que se vive. Sin embargo, obedece especialmente a una necesidad intrínseca de la persona: el reconocimiento, el querer sentirse bien, el querer sentirse bella. Ya lo decía el renombrado psicólogo irlandés Víctor Jonston: “Los humanos siempre han tratado de manipular su imagen para verse más atractivos de lo que en realidad son”. Siguiendo esa lógica, una mascarilla o un protector facial no impedirán a nadie expresar su propia belleza.